El Black Friday, esa jornada de ofertas masivas que marca el inicio de la temporada de compras navideñas, no solo agita las billeteras, sino también los cerebros. Detrás de la euforia consumista, se desencadenan una serie de procesos neurológicos que hacen que este día sea particularmente atractivo para los compradores. Veamos cómo responde nuestro cerebro ante los estímulos del Black Friday y por qué es tan difícil resistirse.
1. La dopamina, el «motor» del placer
Uno de los protagonistas clave en la experiencia del Black Friday es la dopamina, el neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa. Cuando vemos un artículo deseado con un gran descuento, nuestro cerebro libera dopamina, lo que genera una sensación placentera e impulsa la toma de decisiones impulsivas. Las promociones del Black Friday están diseñadas para estimular esta respuesta, haciéndonos sentir que no podemos dejar pasar la oportunidad.
2. El efecto de la escasez
El cerebro humano está programado para valorar más aquello que percibe como escaso. Las ofertas limitadas o los anuncios de «solo por hoy» activan una sensación de urgencia. Esta presión por aprovechar una oferta antes de que desaparezca estimula la parte del cerebro responsable de la toma de decisiones rápidas: el sistema de recompensa. En estos momentos, la lógica y la reflexión a menudo se ven eclipsadas por el deseo de evitar la «pérdida», lo que nos lleva a compras compulsivas.
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3. El poder del FOMO (miedo a perderse algo)
El Fear Of Missing Out (FOMO), o miedo a quedarse fuera, es otra de las emociones que se activan durante el Black Friday. Los descuentos exclusivos, las promociones flash y la competencia por productos limitados generan una sensación de que, si no actuamos rápido, perderemos una gran oportunidad.
Este fenómeno, vinculado con la ansiedad social, activa las áreas cerebrales relacionadas con el miedo y la anticipación, empujándonos a comprar para evitar el arrepentimiento.
4. El refuerzo social
Las compras en Black Friday no solo son individuales, sino también sociales. Ver a otros hacer compras o compartir sus adquisiciones en redes sociales genera un refuerzo positivo, que activa el circuito de recompensa en nuestro cerebro. Este refuerzo social nos impulsa a querer imitar ese comportamiento, aumentando las posibilidades de que hagamos una compra impulsiva, incluso si inicialmente no lo teníamos planeado.
5. El sesgo de anclaje
Este sesgo cognitivo es otra herramienta que los comercios utilizan para influir en las decisiones de compra. El sesgo de anclaje ocurre cuando nuestro cerebro se «ancla» a un precio inicial (el precio original de un producto) y luego compara cualquier descuento con ese punto de referencia. Durante el Black Friday, las tiendas muestran precios rebajados que parecen mucho más atractivos en comparación con el precio original, lo que hace que nuestro cerebro perciba un ahorro mayor de lo que realmente es.
6. La ilusión del ahorro
El cerebro humano se siente atraído por la idea de obtener un «descuento», incluso si ese ahorro no es realmente significativo. Ver el porcentaje de descuento o el precio tachado activa el córtex prefrontal, la parte del cerebro encargada de la toma de decisiones racionales, pero también el sistema de recompensa. Como resultado, muchas personas terminan comprando artículos que no necesitan simplemente porque parecen ser una «buena oferta».
El Black Friday es una tormenta perfecta para el cerebro, combinando placer, urgencia, miedo y refuerzo social en una experiencia que puede ser difícil de resistir.
Conociendo cómo responde nuestro cerebro a estas estrategias de marketing, podemos estar mejor preparados para tomar decisiones de compra más conscientes y evitar caer en las trampas del consumismo impulsivo.