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martes, diciembre 3, 2024

3 claves para entender la tentación y su efecto en el cerebro

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Todos los seres humanos somos potenciales víctimas de la tentación, entendiéndola en el contexto que quieras.

En una nota anterior comentamos que la fuerza de voluntad no es suficiente para cumplir metas, por la simple razón de que tomar la decisión correcta implica una carga cognitiva mayor que ceder a la tentación.

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¿Pero qué es tentación? ¿Cómo lo entiende la sociedad? ¿Dónde se origina? Aquí te presentamos 3 claves para entender la tentación y su relación con el cerebro

 

1. Entendiendo la tentación como un fenómeno psicológico.

Al analizar la tentación etimológicamente, entendemos que se trata de un estímulo que nos induce a desear comportarnos de cierta forma que se sale de un patrón de conducta legal o socialmente aceptable.

Cuando se habla de tentación, la mayoría de las personas hacen asociaciones mentales con escenas sexuales o con comida calórica. ¿Por qué?

Quizás la gente hace estas relaciones, porque el sexo y la comida son dos de las necesidades básicas para la supervivencia de la especie humana.

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Cuando quieres cuidar tu alimentación y alguien te ofrece una porción de pastel de chocolate en una hora del día en que tienes mucha hambre ¿Serías capaz de resistir la tentación?

Estadísticamente, la mayoría de las personas que conoces cederían ante la tentación, porque la necesidad de alimentación, es más fuerte que el proceso cognitivo que te lleva a razonar que el pastel de chocolate tiene demasiadas calorías.

En un contexto religioso, la tentación es una invitación a pecar. Es decir, a romper una regla establecida por una determinada religión.

Pero aún fuera de ese contexto religioso, la sociedad tiene leyes formales y acuerdos tácitos de lo que es socialmente aceptable.

Recuerdo a mi mamá regañando a mi papá en el supermercado cuando destapaba las boquitas antes de pagarlas.

Claro, todos sabíamos que mi papá las pagaría al llegar a la caja, aún con el empaque vacío, pero para mi mamá, era una cuestión del ejemplo que nos daba, la reputación y su capacidad de controlar los impulsos.

Mi papá simplemente cedía ante la tentación cuando llegábamos a la sección de botanas en el supermercado.

Si los humanos no tuviéramos esas leyes implícitas de lo que se considera socialmente aceptable, todos actuaríamos de forma impulsiva en cuanto viéramos a una persona del sexo opuesto que nos parece atractiva.

 

2. La tentación: una batalla en el cerebro

La autora Kathleen McGowan describe la guerra que ocurre en nuestro cerebro cuando nos enfrentamos a la tentación, de esta manera:

Los pecados más agradables comprometen el circuito de recompensa del cerebro, incluidas las regiones evolutivamente antiguas como el núcleo accumbens y el hipotálamo; ubicados en las profundidades del cerebro.

Estas regiones nos proporcionan sentimientos tan fundamentales como el dolor, el placer, la recompensa y el castigo.

Formas más desagradables de pecado como la ira y la envidia alista la corteza cingulada anterior dorsal (CCAD). Esta área, ubicada en la parte frontal del cerebro, a menudo se denomina «detector de conflictos» del cerebro, que se conecta cuando te confrontan con información contradictoria, o incluso cuando sientes dolor.

Los pecados más sociales (orgullo, envidia, lujuria, ira) reclutan la corteza prefrontal medial, el área del cerebro justo detrás de la frente, que ayuda a formar la conciencia del yo.

 

3. ¿Qué partes del cerebro nos detiene ante la tentación?

Ninguna comprensión de la tentación es completa sin considerar la moderación, y la neurociencia también ha comenzado a iluminar este proceso.

Mientras luchamos por resistir una tentación, las redes inhibitorias de control cognitivo que involucran la parte frontal del cerebro se activan para sofocar el impulso atenuando su atractivo.

Mientras tanto, la investigación sugiere que regiones como el Núcleo caudado, en parte responsable del movimiento y la coordinación del cuerpo, suprimen el impulso físico.

Parece ser lo mismo si sientes una chispa de lujuria, una oleada de celos, o el deseo repentino de reventar a alguien en la boca: las dos partes luchan, el sistema de recompensa diabólica contra las regiones angélicas del cerebro que tratan de mantenernos cuerdos.

Lo interesante desde el punto de vista del marketing es que un artículo de Roger Dooley sugiere que cuando los humanos reciben estímulos tentadores, están más propensos a tomar decisiones impulsivas.

Tengo un amigo que es fiel a morir de la marca Apple. Racionalmente, es muy poco probable que escoja un teléfono que no sea iPhone.

Pero una vez me confesó que al renovar su plan, le presentaron dos opciones, el iPhone 7, o el Samsung Galaxy S7. Él sabía que quería el iPhone, pero la edecán que le estaba presentando el Samsung lo cautivó de tal manera, que ahora tiene un teléfono Android entre la bolsa.

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